Victoire sur l’Annapurna? – 1950

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 La divinidad de las cosechas

En nuestro planeta se alzan catorce montañas con sus respectivas cumbres independientes conocidas comúnmente como los ‘ohomiles’ (‘Eight-thousanders’); todas ellas alcanzando cotas de más de 8 mil metros sobre el nivel del mar, se encuentran ubicadas entre las cordilleras del Himalaya y el Karakorum, en Asia.

Casi todo el mundo refiere el Everest -la más alta de ellas- como el más intrépido desafío de cualquier escalador procaz y experto, pero lo cierto es que existe otra mole ciertamente más discreta en cuanto a altura aun cuando comporta un reto bien mayor por cuanto se ha cobrado las vidas de más alpinistas que todas sus hermanas.

Nos estamos refiriendo al ‘Annapurna’.

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Annapurna I, cara Sur desde el campamento base (ABC = Annapurna Base Camp).

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Su nombre proviene de una divinidad nepalí a la que se le otorga la protección de las cosechas. Desconociendo el ratio de prosperidad que tal cualidad propicia en los cultivos de aquellos lugareños, de lo que sí sabemos es acerca del escasísimo rango de cuidados que dicha diosa petrea y gélida ejerce sobre la vida de aquellos que osan soñar con pisar su cumbre.

El macizo del Annapurna contiene seis picos mayores sobre 7200 m (23620 pies):

Annapurna I 8091 m. (26545 ft.) catalogado como el 10 pico más alto del mundo.
Annapurna II 7937 m. (26040 ft.).
Annapurna III 7555 m. (24786 ft.).
Annapurna IV 7525 m. (24688 ft.).
Gangapurna 7455 m. (24457 ft.).
Annapurna South 7219 m. (23684 ft.).

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Naturalmente, aquel macizo inmenso está literalmente sembrado de picos igualmente importantes en cuanto a altitud, dificultad de acceso y -sobre todo- belleza; aunque para destacar los dos más espectaculares cabría citar al Dhaulagiri (8167 m.) -que no pertenece a aquel macizo en términos estrictos- y al no menos impresionante Machhapuchhre (6993 m).

Para completar el listado de picos vecinos de alto rango y sin salirnos ya del propio macizo de Annapurna, no podría obviarse el Gangapurna, que fue culminado en primera instancia por un equipo de alpinistas alemanes comandado por la cara Este por Günther Hauser, en 1965. Aquel grupo constaba de hasta once miembros.

Igualmente destaca el llamado Annapurna Sur (denominado alternativamente Annapurna Dakshin o Moditse); fue coronado por vez primera en 1964 por una expedición japonesa que acometió su arista Norte; el elenco que culminó aquella cima lo formaban los escaladores  S. Uyeo y el afamado sherpa Mingma Tsering.

El Hiunchuli (6441 m de altitud) es una cima prácticamente adosada al Annapurna Sur. Su máxima cota se logró hollar por primera vez en 1971; el equipo norteamericano conducido por Craig Anderson -miembro del cuerpo de Voluntarios por la Paz de Estados Unidos- fue el encargado de aquel logro.

Y por último, el ya citado Machapuchare, de 6993 metros de altitud, fue vencido en 1957 por Wilfrid Noyce y ADM Cox quienes no llegaron a surcar los 50 metros últimos a fin de ceñirse a la tradición local de respeto a la deidad que representa.  Estas dos últimas montañas, el Machapuchare y el Hiunchuli se avistan con gran facilidad desde casi cualquier enclave del espectacular valle de Pokhara, hallándose próximos a la vía que permite el acceso a la temible ladera Sur del Annapurna I. Desde aquella vez está terminantemente prohibido su acceso por causas de índole religiosa.

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El Annapurna I

El Annapurna I fue el primer pico de los catorce ‘ochomiles’ en ser escalado por el hombre. Fueron los franceses Maurice Herzog y Louis Lachenal, quienes lograron finalmente la cumbre y este concreto artículo va a versar principalmente sobre su hazaña y sobre las controversias que acarreó, especialmente una vez con el paso de los años.

Aquella expedición fue también secundada por los alpinistas especialistas Lionel Terray, Gaston RébuffatJean Couzy, el físico Marcel Schatz, a quienes acompañaron el médico Jacques Oudot y el fotógrafo y después cineasta Marcel Ichac y el diplomático Francis de Noyelle). A tenor del relato de aquellos hombres, la cumbre fue lograda por la cara Norte el 3 de junio de 1950 y semejante gesta se consideró el mayor récord mundial de altitud durante tres años, hasta que se consiguió el posterior ascenso al monte Everest. No obstante, cotas de mayor rango ya se habían hollado en ascensos en los que no se consiguió hacer cumbre; en concreto, durante la intentona de coronación del Everest, en la década de 1920.

La cara sur del Annapurna todavía se hacía más difícil de ser conquistada hasta que finalmente fue coronada por vez primera en 1970 por Don Whillans y Dougal Haston; ambos eran miembros de una expedición británica que lideró Chris Bonington, a quien también acompañaba Ian Clough, un escalador que falleció en plena bajada debido a la avalancha de un bloque de seracs. A pesar de semejante tragedia y apenas transcurridos unos pocos días, otro equipo también del Reino Unido conducido por Henry Day se  hizo de nuevo con el triunfo de la cima.

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Los 14 ‘ochomiles’

Atendiendo a su altitud, la lista de las catorce cimas más altas de la Tierra se ordena del siguiente modo:

1.  Everest, monte (8848 m.) – Himalaya (Tibet, Nepal).
2.  K2, pico (8611 m.) – Karakórum (China, Pakistán).
3.  Kangchenjunga, pico (8.586 m.) – Himalaya (Nepal, China).
4.  Lhotse, pico (8516 m..) – Himalaya (Nepal).
5.  Makalu, pico (8462 m.) – Himalaya (Nepal, Tíbet).
6.  Cho Oyu, pico (8201 m.) – Himalaya (Nepal, Tibet).
7.  Dhaulagiri, pico (8167 m.) – Himalaya (Nepal).
8.  Manaslu, pico (8163 m.) – Himalaya (Nepal).
9.  Nanga Parbat, pico (8125 m.) – Karakórum (Pakistán).
10. Annapurna, pico (8091 m.) – Himalaya (Nepal).
11. Gasherbrum I, pico (8068 m.) – Karakórum (China, Pakistán, India).
12. Broad Peak, pico (8047 m.) – Karakórum (Pakistán).
13. Shisha Pangma, pico (8046 m.) – Himalaya (Tibet).
14. Gasherbrum II, pico (8035 m.) – Karakórum (Pakistán, China).

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Cumbres secundarias de más de 8000 m (ochomiles)

Entre las múltiples cimas de orden secundario también con más de 8.000 metros igualmente cabría referir las siguientes por cuanto tienen una especial relevancia en la historia del alpinismo:

  1. Kangchenjunga Yalung Kang, pico (8505 m) – Himalaya (Nepal, China).
  2. Kangchenjunga Central, pico (8482 m) – Himalaya (Nepal, China).
  3. Kangchenjunga Sur, pico (8476 m) – Himalaya (Nepal, China).
  4. Lhotse Torre Central Oeste, pico (8410 m) – Himalaya (Nepal).
  5. Lhotse Shar, pico (8382 m) – Himalaya (Nepal).
  6. Lhotse Torre Central Este, pico (8372 m) – Himalaya (Nepal).
  7. Annapurna Central, pico (8051 m) – Himalaya (Nepal).
  8. Broad Peak Central, pico (8016 m) – Karakórum (Pakistán).
  9. Annapurna Este, pico (8010 m) – Himalaya (Nepal).

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El macizo del Annapurna viene a medir unos 55 km y está surcado al Oeste por el cañón Kali Gandaki; al Norte y al Este por el río Marshyangdi  y al sur por el valle de Pokhara. Consta de hasta seis picos, de los cuales el llamado Annapurna I es el que constituye la décima cota más alta del globo. Está separado por el Dhaulagiri por unos 34 kilómetros en dirección Oeste, hallándose entre medias el cañón Kali Gandaki, que se tiene como el más profundo del planeta.

La totalidad de aquel macizo así como las zonas circundantes se consideran de protección oficial por el gobierno de Nepal, conformando una reserva de hasta 7629 kilómetros cuadrados, denominada ‘Área de conservación del Annapurna’ y viene a ser el parque nacional más extenso del país. Dicha zona está surcada por un variopinto trazado de rutas de trekking y senderismo que, año tras año, hacen las delicias de todo amante de la montaña y la Naturaleza que no precisa asumir riesgos extremos para disfrutar de la misma.

El surtido de cimas que conforman el macizo del Annapurna están dentro de los considerados como los más peligrosos de ser escalados del mundo, junto con el Nanga Parbat y el K2.

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La primera expedición fletada a fin de culminar el ascenso a aquel pico se organizó en 1895; en ella, Albert F. Mummery y J. Normal Collie hubieron de limitarse a atestiguar lo ímprobo de aquel ascenso.pesar de aquel infructuoso intento -y de acuerdo a la versión oficial basada en los testimonios posteriores de los respectivos protagonistas – finalmente el Annapurna I fue el primer pico de 8.000 metros (26.200 pies) que logró ser coronado. Maurice Herzog dirigió la correspondiente expedición a la cumbre que fue alcanzada finalmente el 3 de junio de 1950. Sin embargo este logro no se consiguió sin un desenlace dramático.

A fin de orientar sobre aquella odisea -inédita en aquellos tiempos- ofreceremos una versión resumida de tal gesta basándonos en los textos que a posteriori redactaron algunos de sus protagonistas; en concreto importaremos lo más relevante del relato contenido en los libros publicados por el líder de la expedición, Maurice Herzog, así como el de su compañero de escalada, único del equipo que acompañó a Herzog hasta la cumbre, en un trasiego que vino a resultar ciertamente dramático para ambos y -como casi todos los episodios de alpinismo de este tipo- acabó siendo polémico por las connotaciones de riesgo innecesario o cuando menos asumidos quizás un tanto a la ligera en pos del logro de la hazaña proyectada inicialmente.

Los títulos en cuestión son: Annapurna, de Maurice Herzog; Conquistadors of the useless, de Lionel Terray; Carnets du vertige, de Louis Lachenal (los tres miembros de la expedición oficial francesa de 1950); así como los publicados más a posteriori, titulados: To the Third Pole, de G. O. Dyhrenfurth; Fallen Giants, de Maurice Isserman; y True Summit, de David Roberts.

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Igualmente nos basaremos en una larga serie de artículos periodísticos que se vinieron redactando ya bien a posteriori en numerosas publicaciones de Occidente; y haremos hincapié en algunas de las observaciones más recientes acerca de las controversias que se fueron tejiendo alrededor de tamaña empresa; especialmente tras el deceso de aquel líder que acabó convirtiéndose en el primer ser humano en culminar un ‘ochomil’… o al menos todavía cabe suponer que así fuera ciertamente.

De entre las decenas de reseñas consultadas nos ha sido de especial utilidad el post que confeccionó el notable cronista David Navarro en el año 2013, publicado en la web jotdown.es, a cuyo hilo nos hemos ceñido casi al milímetro, una vez supo confeccionar en su día un sucinto a la vez de hermoso resumen; sumario a partir del cual hemos añadido buena parte de los datos con que nos hemos ido topando a posteriori, tras haberse ido haciéndose públicos de forma más ostentosa tras el deceso del señor Herzog.

Asimismo, al final de esta emocionante narración, se insertará el vídeo que contiene el total del metraje del film que, a efectos de cubrir la sucesión de eventos de aquella expedición se rodó y produjo por parte del fotógrafo y cineasta que acompañaba al equipo, Marcel Ichac; cuyo título original… -intercalado hoy aquí entre interrogantes- …servirá para denominar el presente artículo.

Sin más preámbulos que la cita final de Maurice Herzog contenida en el texto que publicó en su día su camarada de escalada, Lionel Terray -titulado ‘Conquistadores de lo inútil’-, les invitamos a compartir aquellos momentos de tensión imponderable en otro ejemplo de lo que puede implicar de terrible para el hombre su denostada búsqueda de la belleza:

El Annapurna, para todos nosotros, es un ideal realizado; en nuestra juventud no nos absorbían los relatos imaginarios ni los sangrientos combates que las guerras modernas ofrecen a la imaginación de los niños. La montaña fue para nosotros un campo de batalla natural en el que, jugando en las fronteras de la vida y de la muerte, buscábamos la libertad que oscuramente anhelábamos y que necesitábamos tanto como el pan.

El Annapurna, hacia el que hubiéramos ido todos con las manos vacías, es un tesoro sobre el cual viviremos… Con esta realización, una página se dobla… Una nueva vida empieza.

Hay otros Annapurna en la vida de los hombres…

– [ Párrafo final del libro de Maurize Herzog ]-

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¿Victoria sobre el Annapurna…? El polémico ascenso por la cara norte del Annapurna realizado por Maurice Herzog, Louis Lachenal, Gaston Rébuffat y Lionel Terray en junio de 1950-.

Maurice Herzog nació el 15 de enero de 1919 y había sido miembro de las Fuerzas Francesas del Interior de y otras organizaciones militares clandestinas que lucharon del lado de los aliados en la Francia ocupada y más tarde avasallada por los nazis en 1940. Llegó a a ser capitan durante la campaña de los Alpes y allí sobresalió tanto como alpinista como en su calidad de líder.

Sus compañeros de expedición no andaban cojos en méritos. Louis Lachenal, Lionel Terray y Gaston Rébuffat pertenecían a la eminente Compañía de Guías de alta montaña de Chamonix y eran consumados especialistas en escalada además de disponer de gran vigor y condición física. A aquel grupo se unieron Jean Couzy -ingeniero aeronáutico y alpinista aficionado- y Marcel Schatz -físico de formación-.

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Nadie de aquel equipo acumulaba experiencia alguna en escalada de semejantes calibres; el único antecedente de idéntica nacionalidad lo conformó la misión de ascenso al Gasherbrum I (‘Hidden Peak’ o también conocido como ‘K5’) que se realizó en 1936; labor que acabara frustrándose tras no haber sido posible franquear los 7000 metros del también impresionante bloque de 8068 metros de altitud, sito en la cordillera del Karakórum.

Jacques Oudot, cirujano con larga trayectoria profesional durante las campañas de alta montaña durante la Segunda Guerra Mundial -ducho especialista en metodologías harto radicales para casos de extrema urgencia- fue la persona seleccionada para desempeñar el papel de médico.

El grupo terminó de completarse con la incorporación de Marcel Ichac, fotógrafo que por aquellos meses desempeñaba su oficio en Groenlandia y que también fue partícipe del intento previo de ascensión al pico que nos ocupa que fue llevado a cabo en 1936; al mismo tiempo, un diplomático francés -que ejercía su profesión en la embajada de su país en Nueva Delhi- llamado Francis de Noyelle se unió al grupo, toda vez igualmente se trataba de un convencido aficionado al alpinismo; él se encargó del temario logístico así como de hacer prosperar los vínculos y negociaciones con los diferentes gobiernos de países y áreas por las que transcurriría la caravana a fin de optimizar en lo posible su tránsito.

La totalidad de aquella agrupación estaban bien al tanto de que, en ningún caso serían susceptibles de ser compensados económicamente por su esfuerzo, asumiendo cada uno su papel de forma altruista y por vocación pura y dura. Todos eran conscientes del hecho de que, antes que ellos, veintidós expediciones de distintos países habían intentado culminar un ‘ochomil’ sin éxito alguno. Finalmente Lucien Devies, presidente del Comité del Himalaya y presidente de la Federación Francesa de la Montaña anunció -en puede que su más memorable sesión de aquellas épocas- la botadura de aquel proyecto. Devies se incorporó y alegó lo siguiente:

Este, caballeros, es el juramento que, como hicieron vuestros predecesores en 1936, debéis hacer vosotros: ‘Prometo sobre mi honor que obedeceré al líder de la expedición en todo lo que se me ordene’”.

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A efectos de prometer tal requisito el total de la concurrencia se levantó excepto Maurice Herzog; de tal modo asumieron poner sus vidas en manos del líder quien probablemente tragaría saliva al asumir su total responsabilidad a efectos de hacer retornar a aquellas gentes a sus hogares con vida.

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El 30 de marzo de 1950 los miembros de la expedición iniciaron la tediosa labor de desplazar las cuatro toneladas de material a través de los más de 1000 kilómetros que separan Delhi de Tukuche, una pequeña población entre el Dhaulagiri y el Annapurna en la que se establecerían mientras reconocían el terreno. En ruta hacia Tukuche contactaron con los sherpas. Estas vigorosas personas serían sus amigos al tiempo de devenir en miembros de la expedición de idéntico rango que el resto y de tal modo se vincularon con la empresa con una dedicación a veces sobrehumana.

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-Esta es la única foto que representa a todos los miembros de la expedición.
Fue hecha por Tansing el 11 de abril de 1950. De pie de izquierda a derecha: Louis Lachenal, Jean Couzy, Marcel Schatz, el Dr. Jacques Oudot, Lionel Terray, Maurice Herzog, Francis Noyelle y los sherpas Ang Tsering Dijo Panzi, Sarki, Adjiba, Aila, Dawatoun.
Sentados: Gaston Rébuffat, Marcel Ichac y los también sherpas Ang-Foutharkey Tharkey y Angawa.-

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Por fin el 5 de abril llegaron al Nepal; una caravana de 160 coolies (porteadores asiáticos), ocho sherpas y nueve franceses se adentraron en el país del Himalaya cargando seis toneladas de material. Tras otros tres días y ya una vez en Tansen, el equipo francés se elevó hasta un diminuto cerro desde el que podía avistarse la cordillera en la que se adentrarían poco después: El Himalaya. El espectáculo sobrepasaba cualquier noción o narración que hubieran leído u oído anteriormente; aquellas montañas majestuosas se elevaban sobre un manto de niebla que cubría el valle que les separaba de ellas.

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El 21 de abril arribaron a Tukuche, sita en la garganta del río Gandaki que a su vez es un afluente del Ganges; un poblado a más de 2400 metros de altura. Esperaban la llegada del monzón hacia primeros de junio y con él, las nevadas y ventiscas que anularían cualquier ápice de éxito y hasta quizás de supervivencia.

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De tal manera solo disponían de unas cuarenta jornadas para culminar la empresa, conviniendo una fecha límite de plazo para ello, que se fijó sobre el 15 de mayo a fin de explorar el terreno y localizar las posibles vías de ascenso a cualquiera de sus dos objetivos inicialmente previstos. Esta labor la efectuaron en grupos separados para lograr más efectividad en el menor plazo de tiempo.

Al día siguiente Couzy se aproximó a los pies de los tres picos Nilgiris con más de 7000 metros cada uno a fin de asomarse a avistar el Dhaulagiri, su meta primera, sita al otro extremo del valle en el que se asienta Tukuche. Su impresión no fue en absoluto positiva: Aquella ladera Este se levantaba prácticamente inaccesible con un glaciar totalmente quebrado e inclinadísimas e interminables paredes repletas de nieve y hielo. De acometer esta opción deberían de hacerlo desde otra cara.

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Los incontables sondeos de los alrededores ofrecieron resultados poco optimistas. Al lograr acceder finalmente la cara norte de su objetivo, el inmenso glaciar de impracticables grietas que los separaba de la mole aquella imposibilitaba cualquier acercamiento a corto plazo a fin de lograrlo antes de la llegada de las lluvias monzónicas; de tal modo hubieron de olvidarse de acometer el ascenso por la cara Norte; tampoco por la Este se vislumbraron mejores perspectivas.

A pesar de ello, tanto Herzog como Lachenal y Rébuffat lograron ascender hasta los 5500 metros, batiendo un récord que ninguno de ellos había logrado jamás anteriormente; una vez allí el acceso devenía cortado por una pared de hielo infranqueable por su tamaño y la incontable cantidad de griegas que la surcaban. Solo quedaba desistir de aquel intento retornando a las faldas de aquel gigante helado.

El Daulaghiri recordaba a la temible cara Norte del Eiger suizo, solo que con una meteorología aún más inestable, bastante más altura y un tremendo peligro de avalanchas de enorme envergadura que no se daban en su remotamente parejo referente suizo. Desde un pico próximo se divisaba aquella pared de más de 4500 metros de desnivel, haciéndoles tragar saliva. Tenían pues que plantearse una meta alternativa.

En busca de un supuesto paso de Tilicho -del cual ningún sherpa había oído hablar- parte del equipo, con Herzog a la cabeza, se dirigieron a tratar de acceder a las faldas del Annapurna. Al cruzar la arista al Este de Tukuche se toparon con un lago helado de cinco kilómetros de largo y a 4800 metros de altura que no aparecía en su mapa indio; estaba flanqueado al Suroeste por una sucesión de picos magníficos dispuestos en forma de anfiteatro y que terminaron denominando con el apodo de ‘Grande Barrière’ (Gran Barrera).

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A aquel lago lo llamaron lago Tilicho en honor del desastroso mapa que pretendía guiarlos; después de adentrarse por sus aguas congeladas -ante el pánico de los nepalíes por verse obligados a caminar sobre una capa de hielo que sospechaban podía romperse en cualquier momento- comprobaron que el valle del lago Tilicho solo mostraba una salida por su extremo opuesto, en dirección Noreste, distanciándose totalmente del Annapurna, que ni siquiera se avistaba directamente, aun cuando presuponían que se hallaba tras aquella Gran Barrera del todo ineludible; por lo tanto necesitaban localizar otra vía de aproximación.

Después de unos diez kilómetros siguiendo el recorrido de aquel río y descendiendo unos 1500 metros, llegaron a un poblado sucio y pobre donde los recibieron sorprendidos pues, jamás se habían visto hombres de raza blanca por aquella zona. Preguntaron por el Annapurna y nadie supo decirles nada a tal respecto; aunque lo que sí parecía bien claro es que desde ese valle no iban a acceder a su destino.

Al tiempo, el fotógrafo Ichac decidió encaramarse hasta una cima situada al norte de dicho lago; subiendo hasta los 6200 metros a fin de tratar avistar la cumbre del Annapurna; y lo consiguió, pues se situaba justo detrás de aquella Gran Barrera; de tal modo comprendieron hasta que punto aquel mapa indio era todo un dislate.

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Habiendo permanecido en Tukuche, Oudot -el médico- intuyó una manera de llegar a las más altas estribaciones de la garganta del Miristi Khola, que era el río que rodeaba el macizo de los Annapurnas; dado que sus cuencas más bajas eran insalvables propuso una vía alternativa para acceder a la parte superior del desfiladero. De tal modo llegaron al Miristi Khola, a partir del cual y andando una jornada más, pudieron finalmente divisar la cima del Annapurna.

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Retornaron a Tukuche sin prácticamente víveres y harto agotados; allí volvió a congregarse la totalidad de la expedición el 14 de mayo, tras tres semanas de devaneos entre los alrededores de su objetivo invertidas exclusivamente en hallar un acceso al mismo. El monzón estaba previsto para el 8 de junio. Solo les quedaban tres semanas para decidir sobre el plan a seguir.

Todos tenían asumido que a la hora de tomar decisiones importantes Herzog era la persona al mando. Éste se pronunció en el sentido de dar por abandonada la ascensión al Dhaulagiri y asumiendo que emprenderían la ruta hallada por Oudot a fin de acceder a las faldas del Annapurna. La mayor parte del grupo y el material permanecerían en Tukuche, al tiempo que Terray, Lachenal y Schatz serían los que iniciaran la caminata hasta los pies de la montaña. El resto lo haría una jornada más tarde.

Cuatro días más de caminata en condiciones metereológicas severamente adversas fueron necesarias para situarse en el Miristi Khola. Una vez allí, en las faldas de aquella montaña inmensa, Herzog observó el panorama que se le presentaba y profirió una semblanza que quedó sellada en su mente y su diario:

Desde aquí la montaña parecía descomunal —una enorme masa de precipicios, inmensas paredes de hielo y afiladas crestas que convergían en la cima de la montaña. Estábamos sobrecogidos por su maravillosa aunque intimidante visión, diminutos como éramos, pretendiendo escalar esas tremendas alturas.

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Una vez el grupo de Herzog lograra alcanzar la falda de la montaña se reunieron con Schaatz, Lachenal y Terray, quienes se encontraban allí desde la jornada anterior. Estos dos últimos habían salido temprano a fin de realizar un análisis de la topografía del ala Noroeste del pico, dado que era la que parecía más accesible. Al juntarse con los demás hicieron un diagnóstico en términos optimistas, llegando a alegar Terray:

No se trata exactamente de un paseo por un parque; la arista es muy larga y a medida que se avanza a través de ella, más dificultades entraña.

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Descansaron al final del día y al amanecer siguiente se dispusieron en grupos diferentes a fin de seguir hollando la arista escogida mientras otros buscaban rutas alternativas para el caso de tener que desistir sobre la primera opción. A medida que realizaban sus indagaciones sobre aquel territorio, Terray sintió que jamás antes se había sentido tan impotente en la ladera de una montaña; el terreno ofrecía grandes dificultades tanto para él como para los sherpas, los que aun gozando de una gran forma física no acumulaban los requisitos técnicos en la escalada que hubieran sido los más deseables; especialmente en la utilización de los crampones y piolets.

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El 22 de mayo se decidió abandonar la acometida del ala Noroeste tras haber llegado a los 5700 metros y percatarse de que, desde tal cota, el pico continuaba demasiado alejado. Los efectos ópticos engañosos propios de aquellas atmósferas distorsionaban a menudo las percepciones en cuanto a la medición de longitudes; señuelos de referencia aparentemente cercanos resultaban alejadísimos en la práctica a posteriori; especialmente habiéndose calculado las vías desde el campo base. Además se toparon con impedimentos y estorbos de gran volumen en su ruta hacia la cumbre. Tras aquellos cinco días de esfuerzos sin renta volvieron a caer en depresión conjuntamente.

Lachenal y Rébuffat lograron discernir una vía alterna por el lado derecho del glaciar que les permitía encaramarse al muro Norte de la montaña, a partir del cual se cernía una ruta helada entre rocas que parecía concluir en planicies más amables más arriba; cabía pensar que desde tales llanos sería más factible culminar la cumbre. Enviaron a uno de los sherpas al campamento base para divulgar sus hallazgos e hicieron noche con nuevas sensaciones positivas; fue el primer día en que Lachenal se sintió en su salsa desde que había llegado a aquellos lares; por fín podía centrarse en la praxis que más deleite le causaba: Escalar.

Cuando Herzog se enteró de las buenas nuevas optó por desplazar el campo base a fin de situarlo más cercano a la nueva ruta hollada por sus colegas. Para tan ingrata misión delegó en Couzy. A la par de aquello, el resto del equipo se encargaría de ir subiendo material a los demás campamentos que se fueran trazando a medida de la ascensión en curso; una labor en la que había que invertir varias jornadas.

De tal modo Couzy, siendo el más joven de la expedición -con veintisiete años- se sintió definitivamente descartado de poder acceder más adelante a la cumbre, dado que sus oportunidades de aclimatación a las condiciones atmosféricas de las cotas superiores se vieron reducidas al máximo; sin embargo, en ningún momento llegó a quejarse por aquella circunstancia, demostrando de tal modo un ejercicio de solidaridad imperturbable.

En la jornada siguiente y acompañados por uno de los sherpas, Herzog y Terray alcanzaron la ubicación de Lachenal y Rébuffat con una moral muy alta. En aquellos momentos ya no albergaban dudas de que podían lograr la cumbre y desde tal optimismo, el líder de la expedición describió su euforia en los siguientes términos:

La enorme cara Norte con todos sus ríos de hielo brillaba y destellaba bajo la luz. Nunca había visto una montaña tan impresionante en todas sus proporciones. Era un mundo al mismo tiempo encandilante y amenazante y el ojo se perdía en sus inmensidades.

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Herzog hizo que el más fornido y responsable de los sherpas volviera a Tukuche a fin de iniciar el transporte del resto del material, los víveres y los porteadores a fin de ubicarlo todo en el campamento base. Todavía disponían de un escasísimo margen de doce jornadas para aclimatarse, hacer ascender todos los enseres, levantar los campamentos y acometer la subida final para después descender con éxito dentro del plazo previsto. Aquel sherpa logró retornar a Tukuche en apenas día y medio, cuando… para llegar hasta allí se habían demorado hasta cuatro jornadas; semejante récord salvó el buen curso de la expedición.

El problema adicional es que la climatología devenía contradictoria entre copiosas nevadas que hacían muy lento el avance y la reaparición de cielos abiertos con soles persistentes que provocaban una inmediata secuencia de avalanchas; y aún les restaba resolver el problema de la aclimatación a aquellas cotas de altitud. Herzog postuló una serie de observaciones en ese sentido.

La primera de ellas era que la adaptación y la velocidad de adaptación dependerían de las condiciones de cada individuo. A posteriori, la adaptación venía determinada por el consiguiente entrenamiento previo. Más allá de una determinada cota crítica estimada diferente para cada sujeto, el organismo se va deteriorando; aun cuando por debajo de tales alturas, vuelven a recuperarse. Y por último, cabía estimar que la cota crítica para la mayor parte de los expedicionarios se situaba entre los 4900 y los 6000 metros.

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Thulobugin Panorama 4 - Annapurna - Photo Peter Kilby

Thulobugin Panorama 4 – Annapurna – Photo Peter Kilby

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El campo 1 quedó ubicado a 5100 metros de altitud, en las estribaciones del glaciar Norte. Llegados a ese punto la actividad se volvió trepidante. Junto a los sherpas, los cuatro escaladores franceses se hicieron con cargas de entre 15 y 20 kilos y se dispusieron a trepar en una jornada en la que el astro rey diseminaba sus rayos de manera inexorable y las medidas de los termómetros se alzaron hasta casi conseguir asfixiarles. Eso obligaba a una continua hidratación para evitar posibles desvanecimientos. De tal forma decidieron situar el siguiente campo a 5900 metros dando muestras de un agotamiento físico severo.

Incluso Lachenal se sentía casi exánime, presentando unos cuadros de sudoración severos y la mirada ausente. Por su parte, Rébuffat padecía graves achaques de dolores intestinales, mientras que por el contrario, Herzog se sentía eufórico hasta lo incomprensible, al menos desde el entendimiento de los tres alpinistas profesionales que lo guiaban, quienes se mostraban bastante más prudentes ante aquel cabecilla empedernido quien demasiado de antemano se veía ya culminando la cresta de un desnivel que todavía distaba a más de 2000 metros.

En su avance y a la izquierda, la arista Este de aquella montaña inmensa se encargaba de ocultar la Gran Barrera y aquel lago que fue bautizado con el nombre de Tilicho; mientras que a la derecha se cernía la arista que unía la mole del Annapurna con su ahijada, el Annapurna Dakshin. Y entre tanto, un continuo soplido de vendaval y el bramido consecutivo de las avalanchas servía de fondo acústico en el devenir de semejante gesta en ciernes.

En el Himalaya, gran parte de la masa de nieve depositada en la franja nocturna termina deshaciéndose casi de inmediato al día siguiente, acabando por desprenderse sobre las laderas de las montañas y provocando un continuo ajetreo sonoro en los alrededores. Ante tamaña fuerza de la implacable madre Naturaleza, ningún alpinista puede sentirse seguro hasta no bien alcanzadas las zonas en las que estar bien al resguardo de tales inclemencias.

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Más abajo se comenzó a desplazar el material desde el campamento base hasta el segundo campo, el cual había sido destinado a erigirse en una llanura a priori considerada como segura a efectos de ser alcanzada por las avalanchas. Sin embargo, acostumbrados a sus calibres a tal respecto en relación a los desniveles dados en los Alpes, no calcularon la diferencia abismal entre la velocidad que aquellos podían llegar a alcanzar en el Himalaya; de tal modo, uno de estos desprendimientos de nieve y hielo terminó alcanzando al campamento que hubo de ser desenterrado y levantado de nuevo a fin de situarlo en un área más segura.

Enseguida aumentó el volumen del campamento 2 hasta llegar a asemejarse a una pequeña aldea de alta montaña. En aquel enclave fue donde el médico Oudot levantaría su enfermería de urgencia; una consulta que no paró de dispensar remedios de todo tipo a buena parte de los integrantes de la expedición.

Debido al consabido mal de altura, ni siquiera con las píldoras para dormir se conseguía conciliar el sueño por las noches a fin de lograr descanso reparador. Las jaquecas y la falta de apetito se solapaban hasta el punto de verse obligados a ingerir alimentos sin apenas disponer de fuerzas o motivación para masticarlos. Hasta los rostros de los sherpas, bastante más acostumbrados a los problemas de la excesiva altitud, comenzaron a adquirir ciertos rasgos fantasmales.

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El 28 de mayo, una jornada después de lograr asentar el campamento 3, Herzog y dos sherpas consiguieron progresar hacia un enclave que bautizaron como “la Hoz”: Se trataba de un enorme barranco helado de unos doscientos metros de caída que venía a implicar el último gran impedimento vertical anterior al ataque de la cumbre, la cual, calculaban todavía a unas dos jornadas de distancia.

Dadas las buenas condiciones climatológicas de aquel día, lograron montar el campamento 4 bajo la llamada “hoz”, al socaire de una diminuta oquedad  susceptible de servir de parapeto contra el vendaval y las avalanchas. Se hallaban a 7160 metros de altitud y sus organismos estaban resintiéndose de aquella particularidad continuamente; hasta tal punto que, de nuevo decidieron descender hasta el campamento 3 a fin de recuperar en lo posible sus cada vez más extintas fuerzas.

A la mañana siguiente era a Rébuffat y a Terray a quienes les tocaba ascender de nuevo al campamento 4 asidos a 20 kilos de peso en sus espaldas. Aquel tramo se hizo insufrible, toda vez que hubieron de ascender bajo una implacable ventisca traicionera que hacía más y más dificultosa su andadura. Allí se hicieron hueco en la tienda que había levantado Herzog la jornada anterior a fin de tratar de seguir evolucionando a la mañana siguiente en aras a levantar el campamento 5.

Sin embargo fueron incapaces de plantearse tal episodio, una vez comenzaron a notar congelaciones en los pies y su condición física se hallaba seriamente resentida. De aquel modo, no tuvieron más remedio que volver a descender al campo 2 a fin de tratar de reintegrarse y hacer nuevo acopio de energías; aquello implicó un serio contratiempo para el inicial éxito previsto de la empresa.

Por lo tanto, a esas alturas eran Herzog y Lachenal quienes conformaban el frente más delantero de escalada; por ello fue por lo que se encargaron ellos mismos de plantar el necesario campo 5 con el fin de intentar la última fase del ataque a cima. Se pensó que, a posteriori, Rébuffat y Terray se encargarían de ultimar una segunda acometida hasta la cumbre ulteriormente. De tal modo tenían previsto lograr besar el pico los cuatro.

El uno de junio se levantó un día pacífico y calmado y el grupo primero accedió tempranamente al campamento 4 junto con dos sherpas. Herzog optó por mover las tiendas hasta una ubicación más alta de la “Hoz”, con la idea de estar mejor dispuestos para la empresa que les esperaba a la mañana siguiente.

Sin embargo apenas pudieron trepar aquel muro de hielo cargados con semejante peso y hubieron de plantarse en lo que denominaron ‘campo 4b’ para tratar de recuperarse nuevamente de tan denostado esfuerzo… y lograrlo durante una noche en la que apenas pudieron conciliar el sueño, incluso sintiéndose agotados hasta el límite.

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annapurna-expedition-ascention-croquis-01

-Croquis de la ascensión prevista por la cara Norte del Annapurna de la expedición francesa-

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Ruta final de la ascensión a la cara Norte del Annapurna por la expedición francesa

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Una vez habiendo amanecido les fue imposible probar bocado alguno. La idea inicial de establecer el campamento 5 más arriba, a mitad de ruta entre ellos y la cumbre, se vio seriamente amenazada debido al cada vez más ineluctable mal de altura; habían divisado un enclave propicio para ello, por debajo de una diminuta cresta pétrea. Trataron de incorporarse a tales efectos, evolucionando torpemente con sus piernas literalmente enterradas por la nieve, deteniéndose a cada cinco o seis pasos a fin de restablecer sus ánimos y fuerzas en permanente declive.

En torno a ellos, un panorama espectacular de picos elevándose agresivos desde el suelo tras los que se avistaba el altiplano del desierto del Tíbet hacia un lado y la exuberante planicie nepalí hacia el otro; tan solo el Dhaulagiri asomándose desde su valle paralelo parecía superar su altitud.

El ritmo de avance era ridículo; debido a las continuas distorsiones ópticas propias de tales atmósferas acentuadas por su patología de altura, ni parecían alejarse de la tienda ni acercarse a su siguiente escala. Peor fue su sensación de desánimo cuando al alcanzar el emplazamiento en el que se pretendía alzar el campo 5 repararon en que aquel promontorio rocoso no servía en modo alguno a efectos de levantar tienda ni albergue protector seguro.

Los sherpas hicieron por allanar una porción de ladera nevada a base de empecinarse con sus herramientas y piolets; de aquel modo lograron asir el tenderete prácticamente al borde del precipicio mismo a fin de volver a hacer noche de inmediato. Tras la invitación de Herzog a uno de los nepalíes a permanecer con ellos en la tienda durante la siguiente franja nocturna, ambos se disculparon alegando empezar a sufrir congelaciones en los pies; prefirieron descender al campo 4, una vez que Terray y Rébuffat ya habían retornado en mejor estado de forma con la idea de iniciar un nuevo ataque a la cumbre al día siguiente.

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Annapurna trekking routes

Annapurna trekking routes

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Herzog y Lachenal se las vieron por lo tanto en solitario con la montaña y su noche amenazante una vez tras el abandono de los sherpas. La tienda fue vapuleada por la ventisca hasta acabar casi totalmente hundida en la nieve. Herzog tuvo que soportar el impacto de aquel viento al ubicarse cara a él; a la par de que la acumulación de nieve en aquel lado de la tienda hizo que concluyera casi del todo aplastado por su peso, impidiéndole aún más el ejercicio de una respiración básica reparadora.

Por su parte Lachenal sufría los problemas de la altitud de manera irreparable; y hasta notaban como, tanto viento como nieve, parecían empeñados en echar la tienda abajo, hacia al abismo; ello incluso habiendo sido adicionalmente anclada con la ayuda de unos piolets clavados en el hielo. De tal modo se hizo totalmente imposible conciliar sueño alguno; ni siquiera lograron recuperarse lo mínimo como para enfocarse en preparar bebida caliente, por lo que decidieron ingerir una fuerte dosis de una variedad de anfetamina llamada ‘Maxiton’, un fármaco que era de uso común en el ejército durante la Segunda Guerra Mundial y hasta de habitual consumo por algunos deportistas de élite.

Se llegó a dar el caso de que algunos de ellos fallecieron por el abuso en el consumo de este compuesto, como fue el caso de Tom Simpson, ciclista británico que feneció durante el ascenso al Mont Ventoux -en pleno Tour de Francia de 1967- tras haberse administrado una importante dosis de esta droga. Pero ni siquiera bajo el vigoroso influjo de aquellas píldoras consiguieron despegarse definitivamente de sus sacos de dormir para disponerse a acometer la siguiente y quizás definitiva jornada. Bajo la presión de semejante mal de altitud no era fácil siquiera razonar con coherencia.

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Annapurna trekking routes. Nepal.

Annapurna trekking routes. Nepal.

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Continuaron a duras penas avanzando, haciéndose paso entre el soplido de aquellas ventiscas, moldeando cada paso anonanados y aturdidos, vencidos con sus cuerpos quejumbrosos casi casi ya sin vida y cada uno haciendo frente a su averno. Con el paso del tiempo, ocurrió que a Herzog pareció asistirle una secuela de ímpetu que rozaba escandalosamente con el alucinamiento. De tal modo, aquella famosa cita de Teresa de Ávila se hizo hueco en sus neuronas:

Una enorme brecha se abría entre el mundo y yo. Este era un universo distinto, marchito, desierto, sin vida; un universo fantástico en el que la presencia del hombre no estaba prevista, quizá ni siquiera fuera deseada. Estábamos desafiando una prohibición, superando un límite, y aún y así carecíamos de miedo a medida que avanzábamos.

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Posiblemente, más que su devoción mística habrían sido las anfetaminas las que propiciaron aquella reacción eufórica, aun cuando, como si de una inapelable pesadilla despertaran, pareció ser que ambos repararon en que el ascenso había concluido; habían hecho cumbre:

¡Qué maravillosa se volvió la vida! Qué increíble experiencia es alcanzar el propio sueño y, al mismo tiempo, realizarse a sí mismo. Estaba conmovido hasta lo más fondo de mi ser. Nunca he sentido tal grado de felicidad, tan intensa y pura. Esa roca marrón, la más alta de todas, esa cresta de hielo, ¿son las metas de una vida? ¿O son, quizá, los límites del orgullo humano?

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Decidido a paladear su momento de gloria, Herzog tiró unas cuantas fotos mientras que, en una actitud bastante más responsable y profesional, Lachenal insistió en iniciar el descenso de inmediato ante el insoportable frío que reinaba y la nevada que se cernía sobre sus cabezas.

En la línea del cénit se avistaban nubarrones obscuros que bien podrían significar el arribo de los monzones; la más seria amenaza que pudiera añadirse al de por sí ya peligroso entorno de aquellas alturas en el Himalaya. Instó a Louis a que le inmortalizara en aquella pose gloriosa portando el estandarte de la bandera francesa y la insignia de su empresa. Solo quedó constancia de una sola estampa de Lachenal, postrado en cuclillas en aquel enclave, seguramente más que impacientado por iniciar el camino de regreso; imagen que, para su adicional infortunio, salió bastante difuminada.

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Cuando Herzog se dispuso a cambiar el carrete para insertar uno de color, Lachenal se indignó exclamando:

¿Estás loco? No tenemos tiempo que perder; debemos descender enseguida.

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Al ser un guía de alta montaña profesional de la oficina de Chamonix se sentía alarmadísimo al ir notando la progresiva congelación de sus pies. De ir a más aquellos síntomas podría implicar el fin de su carrera a la temprana edad de 28 años. Aunque a pesar de su estado de excitación medicamentada e incluso casi sin llegar a importarle demasiado, igualmente Herzog notaba como sus pies iban helándose poco a poco.

La cabeza de Herzog merodeaba el ideario de aquel objetivo logrado rememorando las gestas de anteriores escaladores que vieron sus intentos furstrados. Husmeando en un futurible de gloria que bien probablemente le acechaba,  fueron las exclamaciones de su compañero, Lachenal, las que pusieron fin a su embelesamiento para terminar asintiendo respecto al plan de retornar a suelo firme.

Quizás abotargado entre el ardor y el ímpetu por la meta finalmente lograda, sumado al efecto de las anfetaminas… al desprenderse de los guantes para buscar algo en la mochila… -que a posteriori, jamás logró recordar de qué trataba tal búsqueda- …sus guantes cayeron al suelo e iniciaron un descenso previo al suyo propio a lo largo de aquella ladera nevada y deslizante.

Todavía había que surcar un cosmos entre su emplazamiento y el campamento siguiente y enseguida asumió que sus manos terminarían por congelarse del todo mucho antes de culminar el total del camino de retorno. Debido a su obnubilación profunda, ni siquiera pensó en enfundarse los calcetines de respuesto antes de iniciar aquel incierto descenso.

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Annapurna trekking routes. Nepal.

Annapurna trekking routes. Nepal.

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Tratando de reunirse con Lachenal que ya había iniciado su bajada a toda prisa, forzó su ritmo mientras observaba hasta qué punto el clima arreciaba empeorándose y tanto el frío como el viento aumentaban su calibre hasta acabar ambos hombres engullidos por aquellas nuevas nubes negras poco antes anunciadas.

De tal modo, perdió de vista a su colega entre aquella neblina advenediza. A pesar de todo logró acceder al campamento 5 en el que Rébuffat y Terray habían instalado otra tienda de campaña con la idea de acometer su personal ataque a aquella cumbre recién culminada por el otro par de expedicionarios. Al hallar aquéllos al recién llegado Herzog estallaron en un júbilo sincero que no llegó a perpetuarse en exceso una vez se dieron cuenta de que Lachenal no hizo acto de aparición junto a su compañero de fatigas.

En esos momentos las manos de Herzog lucían tan rígidas como el granito y ni siquiera se acordaba de haber extraviado sus guantes allí arriba; de ahí que los dos montañeros en espera del reencuentro comprendieran de inmediato el lamentable trance psíquico y físico en que se encontraba el líder de su empresa.

Mientras se esmeraban en aplicar masajes a ritmo casi histérico sobre las extremidades de Herzog, se escuchó un alarido en el exterior. Terray abandonó la tienda de inmediato para retornar a ella en apenas cuarto de hora; esta vez asido a un maltrecho Lachenal que había sufrido una caída que le mantuvo rodando durante casi 100 metros hasta conseguir detener su trayecto gracias a los crampones.

Tampoco él tenía noción debido a qué causa se produjo su fallo de balance y equilibrio, aunque se atrevió a presuponer que, quizás habría perdido el conocimiento en su febril descenso. También él había extraviado sus guantes… además de su gorro y su piolet; pero lo peor de todo era que su estado físico y mental eran angustiosos. El estado de sus pies ya de por sí lucía tétrico; aunque su peor merma era el hecho de sentirse severamente obsesionado con la idea de requerir amputaciones en sus miembros en un más que probable futuro a corto plazo; inmerso en semejante pronóstico inaceptable no cedía a la idea de proseguir descendiendo por la noche para ser tratado por el médico en el campamento base cuanto antes.

El problema era que apenas les restaba media hora de luz y los varios kilómetros de distancia y los 1600 metros de desnivel que les separaban de aquel suelo deseable imposibilitaban la tarea de acogerse a semejante huida suicida. Argumentando en tal sentido, Terray consiguió finalmente convencerle para que hiciera noche en la tienda, junto a ellos.

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Annapurna trekking routes. Nepal.

Annapurna trekking routes. Nepal.

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Los protagonistas de tan ansiado evento triunfal habían retornado de la cumbre en un estado de flaqueza física casi terminal, a la vez de presentar serios cuadros de enajenación mental. De tal modo, sus compañeros, Terray y Rébuffat, asumieron que bajo tales circunstancias, su sueño de hollar también ellos la tan soñada cima devenían conclusos de modo insoslayable. Se sabían del todo forzados a permanecer con sus compatriotas a fin de ocuparse de sus cuidados y transporte subsiguiente al campo base; era obvio que por sí solos no eran capaces de lograr aquel retorno.

Ese segundo capítulo nocturno, hallándose todavía a 7500 metros de alttitud, llegó a implicar incluso peores sensaciones que el de la anterior jornada. El viento aún soplaba más fuerte y la insistente nevada volvió a presionar el techo de la tienda llegando a aplastar de nuevo a Herzog, quien se vio obligado a ubicar sus brazos sobre el pecho en aras a mantener una oquedad suficiente y bastante que le permitiera coger aire sin el estorbo de presión alguna.

Terray se encargó de Lachenal, y Rébuffat asió a Herzog con el solo fin de mantenerles a flote sus respectivas extremidades congeladas; y lograrlo solo a base de masajes. Semejante labor insistente y desagradable implicaba la distancia entre evitar amputaciones ulteriores o no lograr hacer sobrevivir los tejidos de sus miembros. Finalmente Lachenal consiguió recuperar parte de su movilidad en los pies; aun cuando Herzog no parecía presentar mejoría de ningún tipo.

A la mañana siguiente volvieron a ponerse en marcha a toda prisa y a pesar del incesante viento y la neblina densa. Se trataba de sacar adelante la vida de sus dos apreciados colegas. El más capaz de los cuatro parecía ser Terray, por lo que se ocupó de abrir paso en aquel retorno casi a ciegas, donde apenas se lograban aislar referentes para orientarse con certeza.

De tal modo, finalmente decidió prescindir de sus gafas de sol a fin de percibir el relieve del suelo con mayor fidelidad y evitar cualquier posible grieta o promontorio que aumentara el riesgo de nuevas caídas, tanto de él como del resto del grupo. Llegados a esos trances, los que habían hecho cumbre acumulaban un período de más de 48 horas sin ingerir alimentos o nutriente alguno.

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Annapurna view from Pokhara

Annapurna view from Pokhara

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A pesar de que el ansiado campo 4b no debía de estar lejos no lograban dar con él. Aquel parapeto de hielo que sirvió de protección a las tiendas era el mismo que, en aquel instante, les impedía avistarlas. La niebla se hacia cada vez más espesa y la nevada incesante dificultaba cada paso del grupo. En tales condiciones resultaba del todo imposible distinguir si, más arriba o más abajo, más a la derecha o a la izquierda, se ubicaban en conjunto en relación a su siguiente escala.

Una vez ya anochecido de nuevo seguían sin percibir rastro alguno del campamento. Hubieron de empezar a gritar a fin de que, tanto Couzy como Schatz -que se hallaban en el perseguido campo 4b- escucharan sus alaridos de auxilio. Sin embargo no ocurrió de tal modo. En semejantes circunstancias se vieron obligados a dormir al aire libre a pesar del indudable riesgo que aquello suponía.

Dieron con una grieta en el glaciar que parecía hundirse unos cinco metros; una longitud suficiente como para esperar les resguardara al menos de la ventisca. Calibrando que, sin disponer de agua, totalmente rígidos de frío, inhabilitados para masticar sólidos y aquellas nieves derramándose insistentes sobre sus húmedas cabezas, concluyeron al unísono que quizás aquel cobijo improvisado podría devenir en su ulterior sepulcro. De no mejorar la climatología durante la jornada próxima, ni siquiera los continuos masajes de Terray a Herzog le habilitarían para aspirar a conservar sus falanges… o incluso su vida.

Las privadas reflexiones apuntadas por el propio Herzog tiempo después rezaban como sigue:

Aún restaba algo de vida en mí, pero aquel ápice vital iba desvaneciéndose constantemente a medida del transcurso de las horas. Los masajes de Terray ya no me hacían efecto. Pensé que todo había terminado. ¿Acaso no era esa caverna helada la más bella tumba que cabría esperar para un montañero? La muerte no me asustaba, ni me arrepentía de nada. Sonreí a ese pensamiento.

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Annapurna II. North face.

Annapurna II. North face.

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La noche más larga en las vidas de aquellos cuatro alpinistas tornaba a su fin. Con el primer reflejo de luz solar que apareció entre aquellas paredes gélidas que sirvieron de aislante durante las horas previas, un murmullo alejado que fue cobrando volumen hasta hacerse estrepitoso anunció aquel nuevo alud que terminó por sepultarles en el hueco aquel que les había servido de hogar, en un recurso decidido a la desesperada. Estaban totalmente enterrados en nieve y tuvieron que esforzarse hasta lo ímprobo a fin de excavar un hueco necesario de salida.

Fue en aquel preciso instante cuando, tanto Terray como Rébuffat, se percataron de que habían perdido la vista por efecto de la intensa luz solar, una vez habiéndose despojado de sus gafas el día antes. La llamada ‘ceguera de las nieves’ les había sobrevenido por efecto de una sobredosis de rayos ultravioleta que, además de imposibilitar cualquier resquicio de visión, ocasionaba unos dolores importantes.

Para más penurias, el total de sus enseres había sido engullido por la avalancha en la grieta que les sirvió de refugio la noche antes. Tanto botas como piolets, cuerdas y cámara fotográfica se hallaban sepultadas. Al menos lograron hacerse con lo primordial: Las botas y los piolets; hubieron de abandonar toda idea de recuperar la cámara y los carretes fotográficos.

A pesar de aquel trance, la jornada había amanecido con buen tono. Sin embargo el panorama de iniciar aquel descenso con dos alpinistas ciegos y otros dos semicongelados y seriamente perturbados psíquicamente no apuntaba desenlaces en absoluto optimistas.

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Annapurna from Pokhara

Annapurna from Pokhara

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Con un esfuerzo hercúleo, fue Terray quien, totalmente a ciegas, consiguió calzar las botas tanto a Herzog como a Lachenal. Aunque no resultó menos tedioso la labor de hacer subir a Herzog de aquel fondo de la grieta, dado que, por él mismo, sin capacidad de asirse a nada ni con manos ni con pies, se vio imposibilitado a trepar por aquella sima. Otra vez se ocupó Lionel Terray de hacer ascender al líder de la expedición de aquella trampa, haciendo gala del último remanente energético de su vigorosa musculatura.

Finalmente, todos rescatados de semejante ‘madriguera de pingüinos’ se dispusieron a continuar en su avance tortuoso y desquiciado, a pesar de tan lamentable estado de insalubridad.

De pronto la silueta de otro protagonista irrumpió en aquel escenario de tragedia; Schatz había decidido salir en búsqueda de los expedicionarios de altura; al avistarlos, se avalanzó sobre ellos imperiosamente y sin llegar a emitir protocolo de salutación alguno abrazó a Herzog contundentemente. Aquel refuerzo inesperado propició nuevos vigores al equipo de alpinistas cegatos y tullidos. Aunque lo cierto es que seguían tan alejados de su meta como antes y sin embargo la presencia de ese quinto componente les hizo sentirse en una cercanía inesperada respecto al campamento de destino.

Sin embargo había un mundo entre ellos y aquel campo 2 donde les aguardaba el médico; además el firme era de arriesgado hollar. Tras las inacabables borrascas de nieve de la noche previa se presagiaban nuevos peligros de aludes, teniendo en cuenta la subida de las temperaturas dadas durante aquella nueva jornada aciaga.

Una vez en el campamento 4b, fue Couzy quien se incorporó a aquella asamblea casi fúnebre, además de los otros dos sherpas que, inmediatamente después se agregaron al desfile de víctimas a partir del campo 4a. De aquel modo, cada alpinista contaba con su parejo compañero asistente.

De todos ellos, Herzog parecía en el estado más alarmante; no cabía esperar mayor debilidad y sus manos semejaban la tesitura de la madera congelada. Sus torpes movimientos sobre la nieve conformaban una escena patética hasta incitar a dos de los sherpas a amarrarse a su cuerpo con la idea de evitar que otro nuevo traspiés causara problemas más severos.

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Annapurna from Pokhara

Annapurna from Pokhara

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Couzy tuvo la osadía de retornar a la grieta donde quedaron los equipos de sus cuatro huéspedes enterrados en la nieve tras aquel primer alud, consiguiendo recuperar la cámara y las imágenes que en ella habían quedado grabadas; las mismas que, apenas semanas después recorrerían el planeta para hacerse eco de la hazaña de aquellos hombres.

A medida que avanzaban hacia la franja de las 12 del mediodía se percataban del veloz deshielo de la nieve caída horas atrás; hasta que repentinamente se sintió un enorme estrépito bajo las piernas de los dos nepalíes que custodiaban el paso de Herzog; tras lo cual, una nueva avalancha violentísima arrastró a aquellas personas; y a la par de a ellas -y una vez asido a estos por la cuerda recién dispuesta a tales fines-, también se llevó por delante al francés.

Enseguida iría detrás Rébuffat acompañando a aquel grupo de frágiles humanos en su vaivén accidentado, durante el cual, no cesaron de golpearse contra el hielo del suelo; aquella masa de nieve densa y veloz les zarandeó sin piedad, arrastrándoles cual si fueran marionetas de cartón. De antemano ya se dieron por muertos a los ojos de propios y extraños.

Al borde de una grieta del glaciar fue desplazado Herzog por la nieve, precipitándole a un vacío en el que quedó colgado boca abajo del cordel con el que había asegurado a los cuerpos de los voluntariosos sherpas; estos tuvieron la suerte de haber salido medio indemnes de la acometida de nieve, quedándose tendidos sobre la superficie helada del glaciar. No transcurrió mucho tiempo hasta que, por el borde de una de esas fisuras en el suelo helado, el rostro aterrorizado de uno de aquellos sherpas hiciera aparición a fin de ser localizado y posteriormente izado de su insegura situación.

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Annapurna III

Annapurna III

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La distancia recorrida tras el empuje de aquella ola de hielo y nieve se calculó en unos 150 metros. La cuerda que los mantenía sujetos unos a otros había quedado prendida en una de aquellas crestas heladas hasta el punto de salvarles de un vuelo hacia un abismo de 450 metros más de desnivel. Todavía casi del todo ciego, Rébuffat tuvo la fortuna de ser tan solo alcanzado por aquel nuevo desprendimiento traidor, apenas de refilón… desplazándose con la masa de nieve durante un trayecto de tan solo 50 metros; de todos modos, durante tan corto trasiego recibió bastantes impactos; uno de los cuales acertó de lleno en sus mandíbulas hasta hacerle sangrar prácticamente de inmediato.

Tras lograr incorporarse en cuerpo y alma de aquel nuevo dislate de descenso accidentado persistieron en su huida hasta alcanzar un nuevo muro de hielo; por allí deberían trajinar por medio de otra cuerda asida bien sólidamente. Sin embargo, dadas las condiciones de minusvalía prensil de Maurice Herzog, semejante requerimiento resultaba impracticable. Hubo de limitarse a encordonar la soga a lo largo de sus manos para dejarse deslizar como buenamente pudo. De aquel modo, el cabo terminó por arrancar la piel de sus dedos y la  de la palma de sus manos, hasta dejar la masa carnosa a la vista de sus ojos aterrados.

Gemía al tiempo de apretar sus dientes por cuanto no cabía optar por solución alternativa; se trataba de aquéllo o de quedarse atrás definitivamente y sin posibilidad de avance alterno. Al acceder a la superficie llana y ya una vez culminado el trayecto comprobar el estado en que quedaron sus manos… hubo de optar por ni siquiera atreverse a enfocarlas; no menos cierto era el hecho de que, al tenerlas congeladas, no llegara a sentir todo el dolor que cabía esperar en tales casos.

Continuaron avanzando en su bajada bien seguro arrepentidos de la locura que habían emprendido días atrás; y a medida que se fueron acercando al campo 2, nuevos sherpas, esta vez los perpetrados en aquellas tiendas todavía de altura, se acercaron para ayudar a consumar su salvamento. El más diminuto de ellos se encargó de acarrear a Herzog en sus espaldas; de aquel modo lograron arribar al campamento base todos vivos, en la espera de saber qué podría hacer el médico Oudot, por mejorar sus más que malogradas condiciones.

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-La ansiada llegada al campamento 2-

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El doctor se enfocó primero en Herzog, al presentar peor cuadro que el resto. Más allá de los tobillos y muñecas sus miembros no disponían de sensibilidad alguna; el aspecto de sus manos ocasionaba pavor; hinchadas y sin apenas piel, el resto de la epidermis aún adherida colgaba en hebras de color carbón. Sin sentir tampoco nada en los pies, sus plantas se veían marrones y moradas. Lachenal por su parte se encontraba ya algo mejor; sin temerse por sus manos, era obvio sin embargo, que sus pies auguraban mal final; su color desde dedos a talones presentaba tintes negros casi como el azabache.

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-Maurice Herzog con los dedos congelados y la piel a tiras, ya una vez en el campo 2-

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Terray y Rébuffat ostentaban congelaciones de menores consecuencias y la ceguera de las nieves seguiría ocasionándoles molestias y dolores al menos durante otro par de días más; aunque luego, cabría esperar que recuperaran del todo su visión.

La novocaína que inyectó Oudot en las arterias femoral y braquial de Herzog implicaba un proceso ciertamente doloroso. La sangre que asomaba era de tonos igualmente negruzcos hasta acabar sorprendiendo al propio médico.

Su densidad hubo aumentado de manera escandalosa tras la sobreproducción de glóbulos rojos y hemoglobina, en una acción refleja del organismo para desplazar oxígeno de manera más eficiente; un reacción típica del cuerpo al intentar acoplarse a aquellas altitudes; el problema era que, bajo tales condiciones resultaba más complejo y de licado inocularle nada externo en su sangre; menos todavía a fin de tratar de restablecer el flujo en sus extremidades congeladas.

Herzog consultó a su médico que cabría esperar de su maltrecho cuadro fisiológico; éste no supo responderle con demasiada exactitud, más allá de afirmar:

…aún no se ha asentado y espero que se pueda ganar una o dos pulgadas. Es posible que seas capaz de seguir utilizando tus manos; aunque, obviamente perderás una o dos falanges en cada uno de los dedos; en cualquier caso, de conseguir salvar lo más que se pueda de los pulgares podrás seguir agarrando los objetos; y ese es el asunto de más urgente importancia.

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Agradeciendo la implacable honestidad de Oudot, Herzog acabó dejándose vencer por un total desconsuelo. En una confesión con su amigo Terray que siguió luego se rompió con él casi a sollozos:

Lionel, no puedo soportar más lo que me están haciendo”.

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Su compañero trató de consolarlo:

La vida no termina aquí. Verás Francia de nuevo… y Chamonix”.

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Llegados a aquel punto, Maurice Herzog no consiguió aplacar más sus copiosas lágrimas:

Nunca podré volver a escalar. Ya no podré hacer el Eiger, Lionel, y sabes que lo deseaba con todas mis fuerzas”.

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Aquel hombre anteriormente decidido hasta lo incauto, entonces sollozaba sumergido en un total desconsuelo, apretando su rostro contra el de su amigo Terray, al tiempo de percatarse también de la presencia de sus lágrimas solidarias. Hubo de aplacar su desventura imaginándose a sí mismo realizando vías más accesibles y cómodas. El imperio de la nieve y la montaña comportaba demasiado para aquel intrépido escalador como para plantearse hacerse a un lado de todo ello. Los intentos de Terray por tratar de insuflarle ánimos se estrellaron en aquel denso desconsuelo melancólico.

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Maurice Herzog atendido de sus congelaciones por el doctor Oudot

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Secuencias de inyecciones que hubieron de elongarse durante jornadas y jornadas se iban tornando cada vez más dolorosas; y ese y no otro era el programa que aguardaba al inmediato futuro de Herzog, quien no tenía más remedio que sufrirlas entre aullidos y sollozos; al tiempo de ser sujetado por Terray, el médico Oudot intentaba localizar arterias a fin de inocular sus remedios en la densa sangre malograda.

Llegó un momento en que comenzaron a hacer efecto positivo en el organismo del paciente, hasta llegar a percibir calor de nuevo a lo largo de sus dedos y sus manos. Sin embargo presentía lo inevitable de las amputaciones subsiguientes; del mismo modo que lo auguraba Lachenal, quien temía no verse capacitado para volver a ejercer su profesión de instructor; él mismo se lamentaba al enunciar sus prospecciones más amargas en los siguientes términos:

 …voy a ser como un águila con las plumas cortadas”.

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Transcurrieron otras cinco semanas de tal modo, durante las cuales el total de la expedición permaneció a la espera de la mejoría de sus dos compañeros malheridos. Una vez adquiriendo un mínimo de estabilidad salubre proyectaron de inmediato el retorno a sus moradas francesas a la par que los monzones se cebaban en precipitar sus aguas sin remilgos.

De nuevo aquellos sherpas hicieron ostentación de su inagotable vigor al encargarse de transportar a ambos alpinistas tullidos a través de las empinadas cuestas, senderos tortuosos, solo aptos para cabras y desfiladeros inhóspitos y húmedos que les separaban de cualquier conato de civilización cercano. Sorteando grietas, pedruscos, arroyos y bravíos ríos… apoyando sus pies sobre el barrizal deslizante impregnado de incesante lluvia… encaramándose al perfil de precipicios con aquellos cuerpos a cuestas de sus maltratadas espaldas… los nepalíes consiguieron ser capaces de izarlos y depositarlos incólumes en el suelo programado; en una gesta de por sí ya osada a manos libres que devenía prácticamente impensable si se trataba de acometerla portando en sus lomos una carga de mayor peso que la de sus propios cuerpos.

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La expedición arribó finalmente a Lete, que era el primer enclave habitado que surcaban desde que abandonaron Tukuche dos meses antes. Las altísimas cotas del termómetro, superando los 40ºC añadidas a la continua humedad extrema conllevaban las peores circunstancias para esperar un remitir definitivo de la gangrena que estaba consumiendo el tejido de los miembros de los dos heridos. Y Oudot no trató de ocultar su alarma a ese respecto. Maurice Herzog llegó a perder 20 kilos desde que había arribado a Nepal y las lecturas del termómetro oscilaban siempre alrededor de los 40’5 grados. Oudot optó por aplicar dosis bien altas de penicilina; mientras que Herzog perdía la consciencia a menudo abrumado por toda suerte de alucinaciones y espejismos.

Llegaron a Dana, otra población al Sur del Nepal ubicada en sus típicas llanuras, entre campos de babanos y maíz. Lachenal y Herzog comenzaron a beneficiarse de los milagros de la penicilina hasta conseguir remitir sus fiebres. Poco después es cuando comenzaría el peor de sus trances: Las amputaciones empezaron por el dedo meñique y se prodigaron poco a poco entre sesgas de dedos y falantes hasta que Lachenal tuvo que deshacerse de todos los dedos de los pies mientras que Herzog se emancipaba de hasta dos falantes en cada uno de los dedos de sus manos salvando los pulgares, en los que solo hubo de amputar una de ellas.

En tal estado y al arribar de nuevo a Tansen se les ocurrió ascender por aquel cerro desde el que se divisaba la cordillera de modo inigualable; en esta ocasión aquel espectáculo ofrecía unos matices más amargos por no decir funestos. Por muy gloriosa que hubiera de calificarse la gesta, en apenas diez jornadas y tras serias confrontaciones acerca de la conveniencia o no de desistir del empeño, dos miembros del equipo fueron los únicos que lograron hacer cumbre y ambos habían quedado tullidos para el resto de sus vidas.

Teniéndosele como uno de los mejores guías de alta montaña de la historia, Lachenal había propuesto en su momento abortar la misión por meros criterios de seguridad; sin embargo el empecinamiento del líder de la expedición en persistir en el ascenso le obligó a acompañar a éste en su tramo final. Para Lachenal, la polémica no versaba acerca de tópicos de prestigio nacional sino que se trataba de una cuestión técnica ‘de cordada’, según relatara años más tarde en sus memorias.

Nadie se atrevió a escalar el Annapurna otra vez durante los siguientes 20 años, y hasta 1970, su cumbre no fue alcanzada de nuevo.

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Maurice Herzog en la portada del Paris Match de agosto 1950

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Al su llegada a Francia, Herzog capitalizó la mayor parte del mérito de la ascensión convirtiéndose en una especie de héroe incluso haciendo sombra al resto del grupo. Su libro, Annapurna, marcó records en ventas hasta aquellos días jamás logrados; hasta el punto de haber superado en ejemplares a la Biblia. Aleccionado por De Gaulle, inició sus primeros pasos en el mundo de la política no excento de numerosas controversias; en aquel ámbito llegó a ejercer el cargo de ministro de juventud y deportes y posteriormente fue elegido alcalde de Chamonix.

El Annapurna, al que habíamos llegado con las manos vacías, es un tesoro con el que viviremos el resto de nuestras vidas. Con esto en mente, pasamos página: Una nueva vida empieza. Hay otros Annapurnas en las vidas de los hombres”.Maurice Herzog.

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Reportaje de Marcel Ichac para Le Figaro del 12 y 13 de agosto de 1950, relatando el calvario del retorno de la expedición.

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Por su parte, el semblante más amargo de aquel grupo de hombres fue el de Louis Lachenal. Jamás asumió como tributo compensatorio el hecho de haber tenido que terminar con sus miembros amputados a fin de enorgullecerse con la “gloria” de haber coronado aquella cima. Sin embargo, no por ello llegó a sentir rencores hacia Herzog. Continuó su periplo como escalador haciéndose con travesías y objetivos bastante más modestos hasta que, con tan solo 33 años, en la jornada del 25 de noviembre de 1955, descendiendo con sus esquíes el Vallée Blanche del glaciar del Mont Blanc, en Chamonix, cayó por una de sus múltiples grietas hasta acabar rompiéndose el cuello en un impacto a 30 metros de profundidad. El pico ‘Pointe Lachenal’ ubicado en el macizo del Mont Blanc fue llamado así en su nombre.

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Louis Lachenal (1921–1955)

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Nos dejó sus mejores testimonios de su carrera como montañero en el libro Carnets de Vertige (Cuadernos del vértigo), que fue fue editado por Lucien Devies… -uno de sus principales mentores- …y el hermano de Maurice, Gérard Herzog; estos bien se preocuparon de filtrar antes los segmentos de la narración acerca del ascenso al Annapurna que entraban en contradicción con el relato de Herzog, de tal manera que hasta 1996 no llegó a ser publicada la versión completa de aquel libro memorable.

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El otro protagonista de aquel ascenso terrible -y peor descenso- acabó siendo considerado como uno de los mejores alpinistas de la historia; no en vano, los sherpas que les guiaron hasta la base del Annapurna acabaron rebautizándole como ‘the strong man’ (el hombre fuerte). Lionel Terray era incapaz de permanecer sin escalar picos aplacando su sed de altura en regiones tanto de los Alpes como en los Andes. En 1952 ascendió junto con Guido Magnone a la difícil cumbre del Fitz Roy en la Patagonia.

El mismo año logró la primera escalada del Huantsan en Perú con dos geólogos holandeses. Y dos años más tarde, durante un reconocimiento en Nepal en preparación para una expedición a Makalu prevista para el próximo año, acompañado de nuevo por Jean Couzy culinó el Chomo Lonzo, de 7804 metros, lográndolo en el primer ascenso. Y tal y como cabía esperar, fue en 1955 cuando ambos retornaron al Makalu con un denso equipo conformado por los mejores alpinistas de aquellos días; y fueron Lionel Terray y Jean Couzy los primeros en lograr la cima de la que era la quinta montaña más alta del planeta; solo después lo consiguieron los otros seis miembros de la expedición, logrando así uno de los más espectaculares triunfos de la historia del alpinismo de los años 80.

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No solo ello, en 1957 se involucró activamente en el arriesgado salvamento de cuatro escaladores que quedaron aislados en la terrible cara Norte del Eiger, entre los que se encontraban los italianos Corti y Longhi; esta gesta fue descrita por Jack Olsen en su libro Subir al infierno. En aquella ocasión, una vez más Terray puso de manifiesto su técnica e inmejorable habilidad, así como su enorme humanidad y solidaridad.

En ocasiones participó en el rodaje de secuencias de montaña que fueron recopiladas en documentales de alpinismo como fue el caso del titulado Presque des Frères, disponible todavía en la red.

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Más tarde también se encargó de publicar aquel famoso título emblemático en la bibliografía de la historia del montañismo: Les Conquérants de l’inutile (Los conquistadores de lo inútil); y lo redactó en términos más bien autobiográficos. El título de su best-seller que salió a la luz en 1961, comporta una de las descripciones más elegantes del alpinismo; a pesar de haberse convertido en un guía alpino se reafirmó en la idea de que:

…el valor del auténtico alpinista es inherente a su gratuidad“.

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Aquel era el principal lema de Terray; y tal y como expuso también en aquel título: 

Mi vida no ha sido más que una larga y difícil carrera de equilibrio entre la acción libre a través de la cual perseguí los ideales de mi juventud y una especie de prostitución honorable que me aseguró el pan de cada día“.

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Maquetación 1

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La biografía de Lionel Terray como alpinista habría dado como para redactar más libros de los que de hecho publicó. Su prestigio como alpinista se extendió por todo el mundo; como prueba de ello, hoy día disponemos de vías de escaladas clásicas con su nombre en los picos más exóticos del planeta; como es el caso de la llamada ‘Pedra bonita’ en los alrededores de Río de Janeiro. Resumiendo su vida profesional telegráficamente el listado sería como sigue:

1942-1943: Acomete sus primeras ascensiones al macizo del Mont Blanc, a menudo compartiendo cordada con Gaston Rébuffat.

1944-1945: Participa en la guerra alpina contra Alemania.

1946: Culmina las dificilísimas agujas de los Grandes Jorasses por la alternativa Walker Spur, en el valle de Chamonix, marcando incluso una nueva variante junto a Louis Lachenal.

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1947: Conquista la cara norte del Eiger junto a Louis Lachenal.

1950: Participa en la expedición francesa al Annapurna, en Nepal, sin llegar a acceder a los primeros 8000 metros. Durante el trágico descenso Terray, con el Sherpa Adjiba, desempeñó una labor prominente para ayudar a salvar las vidas de Lachenal, Rébuffat y Herzog quienes retornaron severamente congelados.

1952: Acomete la primera ascensión del Fitz Roy junto a Guido Magnone (2-2-1952); así como al Nevado Huantsan m. de 6359, en la Cordillera Blanca de Perù.

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1954: Durante la expedición de la toma de contacto y recuperación de Makalu, realiza el primer ascenso al Chomo Lonzo de 7790 metros, en Nepal.

1955: En la nueva expedición francesa al Makalu nepalí, Lionel corona la quinta cumbre más alta de la Tierra de 8490 metros (15-5-1955) compartiendo cordada con Jean Couzy.

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1956: Logra el primer ascenso escalando la arriesgada cara Noroeste del Chacraraju de 6112 metros, sito en la Cordillera Blanca peruana (31-7-1956); una cima que era conocida como “el pico imposible” por causa de sus extremas dificultades técnicas. Durante aquella expedición, también logra la primera ascensión al Taulliraju, de 5840 metros, por el que se encarama por la cara del norte (18-8-1956); esta cima no había visto acercársela a nadie durante veinte años.

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Lionel Terray ascendiendo el Chacraraju de 6112 metros, sito en la Cordillera Blanca peruana (31-7-1956).

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En el mismo año se incorpora a la tentativa de rescate de los dos montañeros perdidos en el Mont Blanc durante la navidad de aquel año; el famoso Walter Bonatti y sus jóvenes camaradas François Henry y Jean Vincendon, disparándose la polémica al acusar a sus compañeros de la Oficina de Guías de Chamonix no haber hecho lo suficiente para rescatar a tiempo a los entonces llamados ‘Náufragos del Mont Blanc’, que habían sido abandonados por los pilotos de uno de los helicópteros que acabara estrellándose en su segundo intento desesperado de acceder a las víctimas.

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1957: Participa de manera destacada junto a otros alpinistas notables como Carlo Mauri en la delicadísima intentona de rescate de cuatro montañeros atrapados en la mortífera cara norte del Eiger suizo.

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-Lionel Terray y Carlo Mauri durante la operación de rescate en el Eiger, en 1957-.

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1959: Forma parte de otra nueva expedición francesa al Jannu, en Nepal; aquel intento hubo de abortarse a 300 metros de la cima.

1962: Lionel lidera una nueva expedición al Jannu de 7710 metros y perpetra la primera ascensión (29-4-1962) .

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1964: Acomete la primera ascensión al Mount Huntington, de 3731 metros, en Alaska.

1965 Fallece en el Vercors, al sur de Grenoble, durante un accidente de escalada en “Fissure en Arc de Cercle“, en Gerbier, el 19 de septiembre de 1965; y lo hace durante un ascenso junto a su compañero Marc Martinetti; paradójicamente tuvo que acabar su escalada final en un monte que apenas superaba los 2000 metros de altitud, aunque disponía de barrancos de hasta 400 metros por uno de los cuales terminó despeñándose tanto él como su camarada de expedición, un 16 de septiembre de 1965. Su tumba está situada en Chamonix.

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La línea vital de Gaston Rébuffat llegó a ser algo más prolija en ascensiones así como también en la publicación de títulos dedicados a su mayor afición: La montaña, de la que se sentía enamorado como ninguno por cuanto supo hacer de ella todo un yacimiento de inspiración e interpretación casi poética.

Era uno de esos románticos que, en lugar de sentirse en pugna con su conquista prefería una fusión en cuerpo y alma con la misma.  Sin embargo, tras la durísima experiencia en el Annapurna decidió abandonar el alpinismo de alto nivel enfocándose en la profesión del guía alpino ya la mera divulgación de la escalada, llegándose a convertir en un apreciado escritor y director de operaciones de montaña.

Asimismo, Rébuffat produjo varios reportajes de alpinismo pletóricos de imágenes de lo más memorable incluso para nuestras épocas; en ellos se rodeó de un distinguido elenco de guías de alta montaña entre los que figuraba el sobresaliente Patrick Vallencant, quien junto con el suizo Sylvain Saudan, fue el auténtico pionero en el esquí extremo realizado en pendientes de más de 60 grados en los Andes; el primero en descender el Yerupajá, sito en la cordillera Huayhuash con una altura de 6500 metros y con una inclinación de 65 grados.

Todo un referente para los que tuvimos la ocasión de conocerle en alguna de sus conferencias en los Alpes franceses para seguir después su ejemplo en nuestras más modestas medidas. Entre aquellos films narrados con unas descripciones propias de todo un literato, todavía podemos disfrutar en la red de Les horizons gagnés: Les plus grandes ascensions. Entre terre et ciel y Etoile et tempête. En definitiva: Belleza al servicio del alpinismo o… viceversa.

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Incluso desde aquel rol de escalador semiretirado y objetivos más modestos logró la apertura de múltiples nuevas vías por los Alpes, una cordillera que amaba en extremo y en la que supo hacer gala de sus más elegantes y espectaculares recursos técnicos. Fue nombrado Caballero de la Legión de Honor en 1983; puede que la más afamada condecoración de todas las dignificaciones de Francia

Para desgracia de todos los que le apreciaban y admiraban, tras un año de haber obtenido tan flamante distintivo, falleció de cáncer, a los 64 años.

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Annapurna sanctuary trekking areas

Annapurna sanctuary trekking areas

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Igualmente, Jean Couzy, se perpetuó en su rol de escalador hasta acabar siendo reconocido como uno de los mejores especialistas de su tiempo. No solo llegó a culminar la cumbre del Makalu junto a su camarada Lionel Terray sino que se las vio en multiples y notables eventos de escalada de rango. En los Alpes, Jean Couzy fue el primero en subir las siguientes rutas:

  1. Aiguille de l’M cerca de Chamonix, una ruta clásica severa (D) llamada “la Couzy”.
  2. Una ruta extremadamente severa (ED) en la cara del noroeste del Olan.
  3. La ruta Couzy en la cara norte de la Cima Ovest, Dolomitas, Italia.

En 1958, una avalancha pétrea en los Alpes, mientras surcaba el macizo de Dévoluy, acabó con su vida a los 35 años.

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Fue solo Marcel Schatz el que acabó dejando a un lado el alpinismo para enfocarse en su especialidad, la física; en tal disciplina tuvo el dudoso honor de haber colaborado en el diseño y el cálculo de la primera bomba atómica francesa.

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Con la misma edad que Herzog, Francis de Noyelle se gestó una larga carrera como diplomático en aquel cargo que ya ostentaba en las fechas de su incorporación a la expedición de 1950.

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El otro miembro destacado de aquella legión de exploradores de altura, el médico Jacques Oudot, sufrió el infortunio de fallecer en un lamentable accidente de coche, apenas tres años de finalizar la expedición al Annapurna.

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Annapurna sanctuary trekking areas

Annapurna sanctuary trekking areas

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Por su parte, el fotógrafo y cineasta Marcel Ichac continuó su labor como fotógrafo y cineasta hasta fallecer a los 87 años, en 1994. Consiguió logros notables en el ámbito del cine y en particular de los reportajes; fue una de las primeras personas que introdujo la música electrónica en el cine con Ondes Martenot para su film Karakoram (1936) y lanzó la primera película francesa en CinemaScope, Nouveaux Horizons (1953).

Ichac dirigió películas de exploraciones organizadas por los franceses durante los años 1930-1950:

La ya citada Karakoram, fue la primera expedición francesa al Himalaya, en concreto a la cordillera del Karakórum (1936).

El primer documental en el mundo que versaba sobre la peregrinación de los musulmanes a La Meca (1940).

A l’Assaut des Aiguilles du Diable (1942).

Expediciones del famoso comandante Jacques-Yves Cousteau en el mar Mediterráneo (1948), el Mar Rojo (1955; preparatorio para la realización del Mundo Silencioso) y otro reportaje sobre el Lago Titicaca (1968).

Expedición Polar Francesa a Groenlandia con Paul-Emile Victor (1949).

El ya mencionado al inicio del post Victoire sur l’Annapurna, el film sobre aquella expedición del que venimos hablando en este artículo. El film se estrenó en 1954 en la tercera edición del festival de Trento.

Buena parte de los aficionados serios al cine de montaña profesan vituperios ante el veredicto de aquel respecto a la calidad del film sopesando el hecho de que, la fuerza de este documental todavía no ha sido superada hasta la fecha y arguyendo que el listón establecido será difícil de superar, del mismo modo que en el caso de Les Etoiles du Midi.  Según especialistas en el área como el señor Víctor Riverola i Morera:

…la labor del cineasta francés se ha convertido con el paso del tiempo en obra de estudio a la hora de entender la particular filosofía que mueve al ser humano a lograr hitos cada vez más difíciles.

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Les Etoiles de Midi (1959). Metraje con el que participó en el noveno Festival Internacional de Cine de Berlín y el que algunos cinéfilos aficionados al metraje de montaña consideran una obra maestra.

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Lionel Terray en ‘Les etoiles du Midi’. Escena del rescate. Film de Marcel Ichac.

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Le Conquerent de l’inutile (1967), la película que produjo sobre la vida de su amigo y alpinista Lionel Terray.

Y además, Ichac capturó imágenes de la guerra de montaña en la Segunda Guerra Mundial y la liberación de Torino, Italia en Tempete sur les Alpes (1944-1945).

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En su listado de galardones figuran el León de plata en el festival de cine de Venecia por el film Karakoram. Ganador del Prix du documentaire en el Festival de Cine de Cannes en 1952. Y realizó un ocurrencia en el puente del búho de la cala que ganó el premio de la Academia para el cortocircuito vivo de la acción. En cualquier caso el trabajo que le sirvió de catapulta para un mayor reconocimiento público fue precisamente el que logró rodar a pie de aquella montaña salvaje, y que va a ser insertado a continuación:  Victoire sur l’Annapurna.

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Victoire sur l’Annapurna (reportage de Marcel Ichac – 1950)

Gracias entre otros al usuario del canal de Vimeo ‘jean-michel Pelet‘ todavía se dispone del metraje completo del film que sobre aquel ascenso pionero, filmó en color y produjo el fotógrafo oficial de la expedición: Marcel Ichac.

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[ L’Annapurna se situe au Népal dans l’immense barrière de l’Annapurna Himal. Il est le dixième sommet le plus haut du monde. Les sommets de l’Annapurna comptent 11 sommets et antécimes, sur une seule et même arête, qui dépassent tous les 7 000 m d’altitude. Première ascension. 3 juin 1950 : Maurice Herzog et Louis Lachenal atteignent le sommet par la face Nord, avec une expédition comprenant Lionel Terray, Gaston Rébuffat, Marcel Ichac (cinéaste et le seul à avoir une expérience himalayenne grâce à l’expédition de 1936 au Karakoram), Jean Couzy, Marcel Schatz, Jacques Oudot (médecin) et Francis de Noyelle (diplomate assurant la coordination avec les autorités locales).

Cette victoire fut la première conquête de l’un des 14 sommets de 8 000 mètres du globe. Cette expédition constituait aussi la première entrée d’Européens dans la région du Népal central (le Népal ne s’était ouvert au monde qu’en 1950). Ses membres seront donc amenés à redessiner la carte du massif de l’Annapurna. ]

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Annapurna trekking regions

Annapurna trekking regions

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Y así fue como Ichac resolvió la papeleta de conformar un guión atractivo sobre una hazaña ciertamente más dramática de lo que en el anterior film queda expuesto. Aplicando un análisis frío y objetivo, lo cierto es que hoy día serían pocos los especialistas que darían por cierta la gesta que se narra tanto en el libro de Maurice Herzog como en el metraje de Ichac; no sería la primera vez que ocurriera ni la última; dado que, con tan pocas aportaciones probatorias presentadas, además del relato un tanto ambiguo y contradictorio de algunos de los participantes -y una foto que en ningún caso resulta prueba fehaciente de haberse tomado en la cima- resulta del todo inviable aseverar que Herzog y Lachenal hicieran cima en aquella montaña traidora la jornada del 3 de junio del 50; más bien cabe pensar lo opuesto.

El público aficionado de nuestros tiempos dudaría de sus testimonios instándole a presentar datos más verificables de su ascensión. Incluso con referencias mucho más sólidas y en el caso de  alpinistas de inmejorable reputación, en su día estos fueron tildados de farsantes o en el mejor de los casos, sus escaladas menospreciadas por dudosas.

Durante décadas posteriores las secuelas de sus graves lesiones hicieron de Herzog poco menos que un intocable; nadie osaba a cuestionar sus descsripciones y hasta él mismo parece creérselas más de lo debido:

Me sentí el elegido de Dios. Dialogaba con los ‘ochomiles’, aquellos gigantes que me rodeaban de igual a igual…

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Annapurna trekking routes

Annapurna trekking routes

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Tales fueron algunas de sus exclamaciones que sobrepasaban lo mesiánico; aunque con el paso de los años los testimonios antagónicos se fueron alzando en su contra. Cincuenta años después del evento, el propio Rébuffat puntualiza sobre la obvia nazificación de aquel líder al tiempo de arrojar serias dudas sobre su capacidad como escalador:

¡Ah, si en vez de perder sus guantes, hubiera perdido la bandera, qué feliz hubiera sido!

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De tal modo se expresó aquel insigne guía a la par de poner en evidencia el grave ejercicio de censura aplicado por el equipo del Comité del Himalaya acerca de los relatos y las descripciones de tamaña odisea. Hasta el historiador Yves Ballu, conocido experto en asuntos de alpinismo de su país -y a nivel mundial- terminó denunciando una alianza entre el propio Herzog y Lachenal a fin de mitificar y ocultar la verdadera trama del ascenso al Annapurna. A tales efectos, con fecha de 16 de febrero del pasado 2011 redactó un escueto artículo en su blog relatando lo siguiente:

“Un día que pasó la tarde en casa, Gaston Rébuffat me contó una historia increíble: Lachenal, abrumado por las ‘mentiras’ diseminadas al respecto de lo sucedido en el Annapurna y especialmente en relación a lo que había dicho Herzog que realmente sucedió entre él y su compañero de ascensión el día del ‘asalto final’ a la cumbre, Lachenal decidió ‘decir la verdad’.

Sabiendo que su amigo Gaston era columnista en el periódico Le Monde, le pidió que propusiera al diario publicar su versión de los acontecimientos. No se produjo oposición alguna por el lado del periódico. Sin embargo finalmente Lachenal se echó para atrás. ¿Por qué ? Porque al parecer fue amenazado por un emisario parisino de la Federación Francesa de la Montaña con perder su puesto de trabajo como profesor en la ENSA (Escuela Nacional de Esquí y Montañismo) de Chamonix.

La historia resultaban tan increíble -y tan severa- que le insté a Gaston Rébuffat a que la confirmara por escrito, como así hizo.

Y a continuación, aquí enlazo este texto; un manuscrito de la mano de Rebuffat (por lo tanto incuestionable). Lo cité en la Conspiración del Namche Barwa, una novela … inspirada en una historia real que recomiendo a todos aquellos que están interesados en el Annapurna.”

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Carta de Gaston Rébuffat a Yves Ballu sobre posibles amenazas a Louis Lachenal por parte de la Federación Francesa de Montaña

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Y al ir a publicar sus Cuadernos de vértigo fue forzado a dejarlos revisar y filtrar por el hermano de Herzog, Gerard.Por otro lado está el hecho de que Rebuffat confirmo por escrito a Yves Ballu que Lachenal queria romper aquella alianza; por la red están los textos de Rébuffat y que se sepa fehacientemente, nadie ha contradicho en ellos hasta ahora, que se sepa.

De igual modo, Philippe Cornuau, quien fue quien se encargó de pasar a máquina los Cuadernos de vértigo de Lachenal escuchando los testimonios orales del autor, duda bastante de la fiabilidad de aquella propuesta de cima. Y en El otro Annapurna, también escrito por Herzog con Laffont, en el año 1998, se hicieron tantas transformaciones del guión original que hasta los medios no dudaron en poner en evidencia su capacidad de transformismo.

Según el relato fue en la cumbre donde rompió la borrasca; es Herzog quien saca la primera imagen de Lachenal, donde aparece el cielo cubierto de nubes; después es Lachenal quien apunta a Herzog para hacer lo propio con la cámara y el manto nuboso parece desvanecerse. No son pocos los que piensan que, independientemente de que hicieran cumbre o no, aquellas imágenes se tomaron en otro enclave a fin de justificar a la desesperada el buen término de la misión.

Sin embargo todo el mundo aplaudió el evento del francés validando desde el primer momento su testimonio; de tal modo la gesta fue considerada desde aquellas fechas como la primera coronación veraz a un pico de ocho mil metros conseguida en la historia.

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Placa conmemorativo de la coronación del Annapurna en el Museo Internacional de Montaña de Pokhara, Nepal.

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El éxito profesional de Herzog siendo nombrado secretario de cultura y deporte por el mismísimo de Gaulle a la par de alcalde de Chamonix -y poco más tarde miembro del Comité Olímpico Internacional durante 24 años- se sumó a su notable progreso económico, dado que sus charlas y conferencias fueron las mejor pagadas en el país y el testimonio de su hazaña llegó a vender más de 20 millones de ejemplares.

Entrando en vericuetos más conspirativos, se llegó a decir que Maurice Herzog y el archiconocido dibujante Hergé, creador de la serie ‘Tintín’, se reunieron en privado a fin de ultimar detalles del guión de la entrega de la colección ‘Tintín en el Tíbet’.

Hergé tenía por costumbre documentarse bastante a fondo antes de la redacción de cada episodio de su emblemática colección que casi daba vida propia a aquel héroe que había creado en sus dibujos; de tal modo estaba interesado en las aportaciones que podía añadir la experiencia de Herzog tras haber conquistado el Annapurna; e incluso afirmó que le fueron de gran ayuda.

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Lo más sorprendente fue conocer el hecho de que Hergé le llamó en su particular obsesión de recopilar testimonios dignos de crédito de cualquiera de los testigos que hubieran avistado al yeti; en esa idea, el dibujante se habia entrevistado antes y después con numerosos montañeros y cuando lo hizo también con Herzog fue debido a que se rumoreaba que el malogrado alpinista alegó haber identificado las huellas de lo que él creía era un enorme bípedo que se detuvo al pie de una roca en el Annapurna.

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Ciñéndonos excusivamente a las semblanzas del propio Hergé, la famosa secuencia donde se narraba el cuidado de aquella criatura por el hambriento Chang (uno de los caracteres de su aventura dibujada) provenía del relato de un sherpa que aducía acerca de un supuesto Yeti que llegó a rescatar a una niña en circunstancias similares; la cuestión es que a tales efectos, la ayuda de Herzog resultaba imprescindible (sic). En el mutuo reconocimiento dado en aquellas colaboraciones, Herzog le redactó una dedicatoria firmada en uno de los ejemplares de su libro, Annapurna.

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Atendiendo a este extraño episodio relativo al manido ‘hombre de las nieves’ del Himalaya, los rumores sobre el supuesto avistamiento de aquel ser durante la expedición de Herzog se van sucediendo a lo largo de las páginas Web por las que vamos navegando; y en la que dedica a tales efectos el usuario ‘Cagliostro’ se refieren datos como los que siguen:

En la colección del Dr. Cagliostro hay un molde de yeso de una huella extraña. El reparto fue comprado en 1954 y supuestamente perteneció a un médico; el Dr. Jacques Oudot.

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El molde de yeso del Dr. Oudot de la huella curiosa. 1950.

La huella tiene aproximadamente 19 pulgadas de largo y 8,5 pulgadas de ancho. Según las estimaciones, una criatura que produzca tal impresión en la nieve debe medir casi 10 pies de alto y pesar alrededor de 40 piedras.

En 1953 el Dr. Oudot trató de publicar un artículo sobre sus hallazgos en el Journal de Chirurgie, pero fue rechazado. Fue asesinado poco después en un accidente automovilístico, con tan solo 39 años de edad.

Actualmente estamos negociando con una fuente anónima que dispone en su poder del único manuscrito sobreviviente del artículo del Dr. Oudot. Esperamos poder publicarlo en breve a fin de aclarar en lo posible todo lo referente a esta extraña huella.

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Si hemos leído bien… este tal ‘Cagliostro’ afirma que el doctor Oudot fue asesinado mediante un accidente automovilístico simulado. Por el momento lo dejaremos aquí.

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Annapurna view

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A pesar de los vaivenes propios de la fama, la bonanza económica y la ajetreada vida pública y profesional que encauzó tras su vuelta del Nepal, el peor trago que hubo de digerir Herzog devino a raíz de que su hija Felicitas publicara su ópera prima titulada Un héroe, en la que saldaba cuentas con su progenitor a base de asentar las múltiples denuncias sobre su ‘donjuanismo’, llegándole a comparar con Clark Gable hasta tildarle de ‘caníbal del sexo’. Y sin detenerse en tales acusaciones, refirió algún que otro suceso similar acaecido con él durante su juventud.

Independientemente de la verosimilitud de semejantes temarios tan escabrosos, aquel texto se ceba en desmitificaciones:

Demasiado hermoso para ser verdad… bien pudo producirse un vergonzoso pacto entre estos dos hombres, unidos a una cuerda por la peor mentira para lograr algo que se convertiría en un mito nacional…

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…llegó a redactar Felicitas Herzog; a lo que  su ya anciano padre se limitó a comentar de modo lacónico:

No ha sido mi hija quien ha escrito eso“.

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Maurice Herzog falleció el pasado 14 de diciembre de 2012 a la edad de 93 años. Estamos seguros de que los que le admiraron de por vida tras su feroz empeño y conquista desearán que a partir de esa fecha, tanto Maurice Herzog como sus camaradas de escalada al Annapurna continúen escalando montañas, picos, nubes y cielos… hasta jamás detenerse en cima alguna.

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Conversaciones de Ferran Latorre en la embajada francesa en España con Maurice Herzog

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Dhampus Peak Summit Nilgiri North

Dhampus Peak Summit Nilgiri North, Annapurna East, Annapurna Central, Nilgiri Central, Annapurna Main, Annapurna Fang, Nilgiri South 1.

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Listado de fuentes y referencias de textos, artículos e imágenes.

Fuente: summitpostorg (1)

Fuente: summitpostorg (2)

Fuente: summitpost.org (3) (Don Bowie images)

Fuente: foroparalelo.com

Fuente: camptocamp.org (1)

Fuente: camptocamp.org (2)

Fuente: montagnes-magazine.com

Fuente: yvesballublog.canalblog.com

Fuente: alchetron.com/Louis-Lachenal

Fuente: montagne.glenatlivres.com/livre/naufrage-au-mont-blanc

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